
Estas formas de actuar de partidos y entidades “cervantinas” siempre me hacen daño al oído, pero teniendo en cuenta de donde vienen, se comprenden hasta cierto límite. Ciertamente lo que más me choca en el cerebro y en lo más profundo del sentido común es que haya catalanes de toda la vida, que hablan en catalán y que toda su existencia la hayan desarrollado como tales y que insistan en que “en Catalunya se margina el idioma castellano”. Algunos de estos energúmenos son ya personas mayores que han asistido a la prohibición tácita del catalán durante los 40 años del franquismo. Insisten en la marginación (ahora) del castellano como autómatas. Hasta les parece mal que se rotulen los comercios en catalán y se haya elaborado una ley al respecto. Estos son los más anticatalanes de los catalanes. Botiflers perfectos. Enemigos de los más peligrosos para Catalunya, sus costumbres y sus instituciones. Además tienen la desfachatez de manifestarse como demócratas de toda la vida.
No logro entender, como catalán de nuevo cuño, qué les importará a estos catalanes de socarrel que se hable, se enseñe o se rotulen los comercios en catalán, estando en Catalunya.
Deben ser aquellos que estuvieron tan inmersos en las leyes del “Movimiento” sirviendo tan a gusto a los secuaces del Caudillo, que añoran aquellos tiempos de desfiles de la Falange, camisas negras o blancas, y las multitudinarias exposiciones deportivas del mundo obrero el día 1 de mayo en Madrid.