dimecres, 1 d’abril del 2009

Bruselas y la brunete mediática

Pasado un tiempo prudencial desde la manifestación independentista de Bruselas (7/3/09), voy a dar la opinión de la Asociación Catalònia Acord, y la mía propia, sobre el tema. No en vano varios representantes de la entidad nos desplazamos a la llamada capital de Europa en diversos medios de comunicación, unos en avión, otros en coche particular y el resto en autocar.
El medio que yo escogí fue éste último. Viajé con los amigos de la plataforma Acte de Sobiranía (Enric Fontanal & Company). Tuve durante todo el trayecto el placer de compartir asiento con un gran escritor, Enric Larreula, cuya agradable compañía me hizo más llevaderos los 2.800 kms. (ida y vuelta) del largo y pesado viaje.
En nuestro autocar, donde las conversaciones fueron continuas, habían personas mayores y también jóvenes, todos con un denominador común; alegría contenida por el acto que se iba a llevar a cabo por novedoso e innovador, traspasar las fronteras de Catalunya y manifestar nuestro deseo de independencia en el corazón de Europa. No obstante, dentro de cada uno de nosotros existía el temor a que no fuéramos los 10.000 que los convocantes (10.000 a Brussel.les) habían previsto.
En etapas de cuatro horas (15 minutos de descanso), nos fuimos acercando a nuestro destino. A las once y treinta de la mañana estaba anunciado el comienzo de la manifestación y a las 11,15 ya había llegado nuestro autocar, que había partido a las 6 de la tarde del día anterior. Justo a tiempo.
Primera sorpresa; en el lugar escogido para el inicio (la estación sur de Bruselas) casi ya no cabía un alfiler y para nuestra sorpresa la manifestación, aún a la espera de iniciar la marcha, se extendía hacia delante en un río interminable de pancartas, senyeras y esteladas. De las entrañas del autocar comenzaron a salir banderas catalanas y pequeñas pancartas al más puro estilo americano. Me impactó sobremanera el ver a muchos viejos luchadores independentistas, nacionalistas y catalanistas (de 70 o más años) con la ilusión en el rostro y gritando sus consignas desde el primer momento que bajaron del autocar con su estelada sobre los hombros.
Los jóvenes no quedaron a la zaga. Catalunya estaba allí presente más que nunca. Familias enteras llegaban de todas las callejuelas anexas, y se aprestaban a unirse a la manifestación, la más extraña por emotiva a la que he asistido jamás.
No pude seguir los pasos de mis compañeros de viaje durante la manifestación. Tenía que recorrerla de arriba abajo para cerciorarme de lo que presentía: un éxito total del acontecimiento. En mi máquina fotográfica capté todas las partes de la manifestación que se extendió a lo largo y ancho de la vía en la que se desarrollaba.
No sé con seguridad si es allí precisamente donde se hacen todas las manifestaciones, pero era un barrio netamente árabe a izquierda y derecha de la vía. Cafés musulmanes, grandiosas salas de té, tiendas rotuladas en árabe… Y tras más de tres kms., llegamos a nuestro destino: una gran explanada donde se habían instalado unas cuantas carpas en las que tendrían lugar los parlamentos finales.
Puedo dar fe de que éramos muchos más de lo que los medios de comunicación de la brunete mediática han informado. Muchos más de los que, parece ser, dijo la policía de Bruselas en un acto increíble de imprudencia temeraria. Si no éramos diez mil, éramos nueve mil quinientos u once mil, no los conté uno a uno. Jamás tres mil ni cinco mil. Aún me duelen los hombros y los pies de recorrer varias veces la manifestación con la mochila a cuestas. Mienten descaradamente los de siempre, incluidos los enviados especiales de los medios considerados "catalanes", aunque esto no debería sorprender a nadie, después de las asistencias mediocres que se han inventado en Barcelona en el transcurso de las tres grandes manifestaciones que se han llevado a cabo desde la del 18 de diciembre…
Como todo el mundo sabe, las diversas delegaciones de partidos políticos, entidades y asociaciones de diversa índole, marcharon por separado (para no variar la dinámica catalana). Los de la organización hicieron muy bien en casi prohibir taxativamente a los "figuras" de siempre en la cabeza de la manifestación, que fue ocupada por los diferentes delegados de las comarcas convocantes, o sea: por la sociedad civil, que era la principal protagonista.
Tras los emotivos discursos finales, entre los que hay que destacar la lectura del manifiesto de Toni Strubell en un perfecto inglés, la marea humana se desperdigó por la parte "noble" de Bruselas, llenando restaurantes y cantinas. Y digo "noble" porque la parte de la ciudad que dejábamos atrás era sucia y maloliente como ninguna otra importante ciudad europea. Una vez en la Gran Plaza (magnífica por cierto) pudimos comprobar que hay dos Bruselas; la de los emigrantes árabes y la de los autóctonos (flamencos y valones) y diferenciadas perfectamente. En la zona de los propios del país no suele verse ningún negocio árabe (y viceversa) salvo algún restaurant chino. En la zona comercial, cercana a la pequeña estatua del Mane-Ken-Pis, hicieron el gran negocio con la oleada catalana.
Una vez dicho lo dicho, he de denunciar de nuevo el papel de ciertos medios de comunicación camuflados de nacionalistas o no, y que funcionan en base a grandes inyecciones de dinero público, por su manifiesta ambigüedad. Denuncia que no va dirigida exclusivamente hacia los profesionales de esos medios, sino más bien a los copropietarios, quienes haciendo gala de un españolismo (o anticatalanismo) mal reprimido juegan con falsas cifras facilitadas por la oligarquía española ante cualquier manifestación de la ciudadanía catalana. Unos medios de comunicación que en vez de informar, juegan a "quitar hierro" a todo lo que suene ligeramente a soberanismo o independentismo.
Por lo pronto los miles de catalanes que estuvimos en Bruselas, hemos abierto los ojos a esta realidad y sabremos sacar provecho de esta verdad incuestionable. Sin independencia, sin un Estado Catalán, nunca tendremos la prensa de nuestra parte.

(Publicado en la Agenda Catalònia Acord mes de marzo 2009. Fotos: P. Morón)

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