divendres, 11 de desembre del 2009

Aquellos nostálgicos revolucionarios

Después de la larga travesía del desierto de la mal llamada transición española, parece ser que algunos personajes han llegado a la conclusión de que Catalunya existe como nación. Deben ser aquellos que han pasado toda una vida (como enunciaba Machín en su famosa canción) viviendo del cuento o lo que es lo mismo de los partidos políticos preponderantes, ya sea como políticos o como cargos de confianza, y ya en su declive como personas (jubilados, pensionistas o parados) se han percatado de que ha de hacerse algo por Catalunya, su cultura, su lengua y también su independencia. Son aquellos, antaño jóvenes revolucionarios de vanguardia, que han descubierto su nacionalidad catalana casi llegando a la jubilación. Los mismos que se han pasado más de 30 años disertando sobre la utopía y renegando de las ideas equívocas de Marx y Lenin (falla la praxis, dicen), mientras comían los garbanzos del pueblo y compraban sus camisas a cuadros y pantalones de pana en El Corte Inglés con tarjeta de crédito.

Una vez escrita esta larga y dura entradilla, ha de darse una explicación coherente puesto que estos personajes de opereta, así como otros que cambian de opinión según si tenemos levante, poniente, siroco o tramontana, podrían ser los responsables de tanta división como se vive en Catalunya en los últimos años.
Nada más fácil que haber vivido toda una transición (sin traumas relevantes) bajo el amparo de los poderes fácticos y, llegada la decadencia personal, acordarse de que hay una nación sin estado pendiente de una justa independencia o proceso separatista.

Esta claro que no me gustan un ápice estas personas cuyo lema ha sido el silencio más espantoso mientras vivían a costa del erario público, y ahora son los fans más esplendorosos de las libertades catalanas y su lengua propia. Dice el refrán: “nunca es tarde si la dicha es buena” por tanto han de ser bienvenidos y tienen derecho a poner su grano de arena. Pero por otra parte, hemos de ser conscientes del papel que han jugado en los últimos 30 años con referencia a la lucha por la consecución de las libertades de este país y tendríamos que saber ponerlos en el lugar que realmente les corresponde. Aquellos que han pasado tanto tiempo diciéndonos que ‘se ha hecho todo lo humanamente posible porque no se produzca una fractura social en España’ son también los conniventes de que la mayoría de franquistas y falangistas hayan muerto en la cama sin pagar ninguna factura por sus crímenes. La parte republicana ya pagó con creces su participación en la guerra dejándose la vida en cunetas, muros de cementerio y cárceles paupérrimas. Las banderas victoriosas han triunfado en la transición y han escrito su historia, nadie les ha pedido cuentas de casi nada y así se ha cerrado una enorme y sangrante herida en falso. Posiblemente una de las heridas más mal cerradas que supura de toda Europa.

Muchos de aquellos “arriba parias de la tierra, en pie famélica legión” de los años 60 y 70, se han olvidado de lo bueno, más que de lo malo, de la consabida lucha de clases. Parece ser que con la ‘democracia de la hipoteca’ ya no existen clases sociales o que éstas hayan desaparecido del lenguaje político cotidiano.
Ante el fracaso de las ideas internacionalistas y unipersonales, estos personajes han encontrado refugio en la consecución de la independencia de Catalunya ya en su otoño dorado. Quieren convertir idealistamente aquello del “internacionalismo proletario” en partidismo nacionalista de andar por casa.
Claro que, Catalunya siempre ha estado ahí, en los años 60 del siglo XIX y del XX. Con las mismas necesidades de independencia, con el mismo espolio fiscal (o más) y con muchos ciudadanos necesitados de aire libre.
Pedro Morón

Amnistia Internacional

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